miércoles, 4 de enero de 2017

Preparativos

Auuuu 

Era la tercera vez que ese animal me cortaba con la espada, sabía que en la batalla el enemigo no iba a tener miramientos, pero tampoco era plan de que nos matásemos entre nosotros.

Si crees que allí abajo van a esperar para clavarte el cuchillo en el cuello, durarás menos que un humano. - Dijo el instructor mientras marcaba una sonrisa burlona.

Esto ya era la gota que colmaba el vaso, era capitán y mis soldados miraban, no iba a dejar que me dejara en ridículo delante de ellos, se acabaron los miramientos.

Si manejaras la espada con la velocidad de la lengua a lo mejor podrías tocarme - Le dije mientras me lanzaba hacia él desplegando las alas.

Llevábamos más de media hora mostrando técnicas de combate a los veteranos, pero la lengua afilada de Galius tenía la capacidad de sacarme de mis casillas. Pudo parar mi ataque con el escudo, pero se desequilibró y calló de espaldas. Galius se levantó, lanzó el escudo abollado al suelo, desplegó sus alas con un grito, siempre ha sido muy teatrero, e incendió su arma.

Los ángeles somos capaces de transferir energía a objetos que tocamos, desde iluminar una valla hasta calentar un café. A los que les gusta poner nombres chulos a las cosas para que parezcan que son más chulas aún de lo que realmente son, lo bautizaron como Fuego Divino. El Fuego es difícil de controlar y muy peligroso si no se usa con cuidado y Galius no era alguien que me transmitiera mucha confianza, por lo que yo también imbuí la mía.

La habitación se iluminó lanzando cientos de sombras contra las paredes mientras en cada choque saltaban chispas y retumbaban las maldiciones que emitía el gorila

¡Asquerosa sabandija!, deja de corretear y verás - Galius media casi dos metros de alto, por otros casi dos metros de ancho y no eran de grasa precisamente, era capaz de manejar un mandoble con un solo brazo, arrastrar un cañón él solo y derribar muros con un tronco adecuado, enfrentarse a él directamente no era lo más inteligente.

Te voy a arrancar esa sonrisa de payaso - continuaba diciendo mientras daba mandoblazos a diestro y siniestro. El circulo de espectadores había aumentado considerablemente desde que habíamos comenzado la instrucción, pero estaba bastante ocupado como para preocuparme de eso.

¿No te estarás cansando? - le dije riéndome mientras esquivaba su puño y le dejaba una quemadura de recuerdo en la espalda.

¡Maldita rata! - Continuaba diciendo mientras lanzaba mandoblazos que dudo mucho que él pudiera frenar en caso de que yo me despistara. La única forma de acabar con esto era derribar al bicharraco gruñón, centré el fuego divino en el escudo - ¿Qué pasa, la cerilla se consume? - dijo con voz burlona al ver como se apagaba mi espada. Cada vez que podía, que no era tan a menudo como me hubiera gustado, golpeaba las rodillas, las corvas o los muslos con el escudo pero no parecía dispuesto a caer.

Los minutos pasaban, el calor que emitía el arma de Galius era sofocante y el cansancio empezaba a pasarme factura así que tenía que poner fin a esta pelea que no tenía pinta de acabar bien, al menos para mí, cargué el escudo con la fuerza que me quedaba, golpee su casco, y aproveché esos segundos que tardó en recuperarse para impulsarme con todas mis fuerzas hacia el cielo y me quedé en el aire.

¡Baja! ¡Aún no he acabado contigo! - gritó con todas sus fuerzas - Deberías subir tu, hay unas vistas geniales - le contesté mientras disfrutaba de algo de aire fresco lejos del arma de Galius - No vas a estar allí mucho tiempo - dijo él.

La gente cree que los ángeles podemos volar, en realidad lo que hacemos es planear, aprovechamos las corrientes de aire para caer lentamente pero por mucho que aleteemos no conseguimos volver a subir y eso el mono cabreado de abajo lo sabía perfectamente.

La mejor opción y prácticamente la única que me quedaba era hacer que viniera e intentar aprovechar la ventaja que me daba la altura así que tocó ser algo desagradable, cuando terminé de comentarle lo "abiertas y sociables" que eran sus hermanas y madre, compararle con diversos animales nada molones y de poner en duda su inteligencia y demás, Galius estaba rojo de la ira y se lanzó hacia mi como un tren descarrilado, solo tenia que esquivar la espada, después su cuerpo y puede que la espada otra vez, pan comido, creo...

El primer espadazo fue facil, apenas tuve que moverme, después su cuerpo se vino contra mí y me pude escurrir entre sus brazos, me lanzó la espada y bueno... por muy poco, pero ¡conseguido! En el momento que mis pies tocaron tierra me acordé, no había tenido en cuenta una cosa... El cuchillo... Galius siempre llevaba encima un cuchillo con el que le gustaba juguetear en público porque intimidaba a la gente y eso le encantaba, me giré y ahí estaba un cuchillo ardiente se dirigía a gran velocidad hacia mi...

¡Clinck!