jueves, 16 de noviembre de 2017

Ella

Todo el mundo se quedó de piedra al verla aparecer, no era para menos.
Los soldados se apartaban para dejarle paso y los murmullos se extendian, mientras ella avanzaba hacia el círculo en el que estabamos Galius y yo.

Se detuvo delante nuestro y clavó sus ojos en Galius que dijo - Entonces... ¿Has visto la pelea? - Ella movió la cabeza afirmativamente. 
- ¿Impresionada? - Preguntó con una sonrisa de superioridad.
- La verdad es que sí - Dijo mientras tensaba todos los musculos de su cara. - Me impresiona que siendo altos rangos de mi guardia, podais ser tan imbéciles y deis tan deplorable ejemplo a soldados que acaban de comenzar su instrucción - Dijo mientras daba la espalda a Galius, que apretaba el puño sobre el mango de su mandoble - y también a soldados veteranos con quien habeis lucha..
- En el campo de batalla no van a esperar a que alcemos el escudo para lanzar su ataque - Interrumpió Galius
- ¿No puedes cerrar la boca nunca tío? - Le dije exasperado.
- Cierto, no van a esperar, la lucha no va a ser limpia, ni épica, pero ten claro desde este mismo momento, que no voy a permitir que se pierda una sola vida dentro del castillo. - dijo ella mientras se incendiaban sus ojos.
El mandoble de Galius volvió a imbuirse - ¡El fuego se combate con fuego! - gritó mientras lo levantaba y hacia que escupiera llamas.

Ella se quitó el guante de la mano derecha, después desató la protección del antebrazo mordiendo los cordones que lo ataban y lo dejo caer a proposito y retiró la manga dejando ver una cicatriz de una quemadura bastante fea.
- ¿Vamos a jugar a enseñar cicatrices? Porque tengo unas cuantas - Se pavoneaba el gorila
- Atacame - dijo mientras extendía el brazo.
Yo me eché hacia delante intentando no perder detalle de la situación.
- Galius, venga, no tengo todo el día, coge tu espada y atácame - le repitió ella - es una orden que hasta tú puedes entender.
El mandoble ardió con más fuerza - Tienes 5 segundos para arrepentirte - dijo mientras sus dos manos rodeaban el mango.
- Cinco, cuatro, tres... - Empezó a contar ella mientras simulaba un bostezo - dos, uno...
Había conseguido lo que quería, enfadar a Galius que ya estaba preparando su ataque, le encantaba sacar de sus casillas a la gente...
- AHHHHHH

En el momento en el que el filo de la espada de Galius casi rozaba el brazo de la coronel, este se rodeó de unas llamas azules que pararon en seco el mandoble y apagaron el fuego que imbuía la hoja. Nadie se atrevió a soltar el aire contenido mientras contaban antes del ataque, los mandoblazos cortaban el aire mientras Sira los esquivaba facilmente, los ataques de ira de un soldado son sencillos de esquivar...

- No podrás esquivarme todo el día - Dijo Galius mientras lanzaba un nuevo ataque.
- No voy a perder todo el día contigo - Contestó mientras su mano se rodeaba nuevamente de llamas azules.
- ¡Maldita zorra, vas a gritar como tu hermana! - Dijo con una sonrisa al ver que había conseguido herir sus sentimientos
- Muy mala idea - Pensé, mientras veía como los ojos de Sira se llenaban de odio.

Todo sucedió como a camara lenta, al menos para mi, ella esquivó el mandoblazo y agarró con la mano imbuida el brazo de Galius, con lo que consiguió que soltara el arma, se deslizó entre sus brazos y plantó la mano en el centro de su pecho. Las llamas brillaron con fuerza mientras un grito de dolor rompia el silencio que había reinanado durante todo el combate.

- ¿Crees que conoces el fuego? ¿Crees que puedes soportarlo? - Preguntó a gritos haciendo que su mano ardiera con más fuerza. - Soldados mucho más fuertes e inteligentes que tu han caído bajo el fuego demoníaco. Mi hermana cayó protegiéndonos a mi y a todos sus guardias - Continuó mientras apretaba cada vez más, la mano contra el pecho de Galius - La quemadura de mi brazo me recuerda, cada día que no tuve poder suficiente para rescatarla y la quemadura de tu pecho te recordará a la mayor sacerdotisa que este puto mundo ha conocido.

Por fin quitó la mano y Galius cayó de espaldas, su coraza estaba agujereada y en su pecho aún ardía una mano perfectamente marcada, ella se dio la vuelta, se dirigió hacia mi, puso su mano en mi pierna y cauterizó mi herida.

- ¡AU! Que yo no he hecho nada
- Dar mal ejemplo a los soldados, montar un circo en el patio de entrenamiento y dejar que te dieran.
- Gracias - susurré a su oido
- No hay de qué, hermanito - me susurró ella.

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